viernes, 4 de marzo de 2011

INVITACION A JEREZ

Calle de San Luis y Jardín "Rafael Páez".

Es Jerez un pequeño punto en el centro de la geografía mexicana, un puntito que podría pasar desapercibido, una minúscula mota en nuestro mapa; sin embargo esa pequeñez se traduce en reconocida grandeza, por la calidez de sus gentes, por la hospitalidad de sus habitantes, que lo han hecho verse grande ante los ojos de quienes pueden estar ahí, de los que lo visitan y quedan con el deseo de volver a estar en este lugar, en esa cuna romántica y provinciana que meciera los primeros y mejores sueños de ilustres personajes que orgullosos siempre han estado de su patria chica.
No por nada ha recibido adjetivos que la enaltecen, tales como “la sonrisa más bella del estado”, “la Atenas de Zacatecas”, “la capital de la provincia”, “la Cuernavaca zacatecana”, “Jerez de las flores y de las mujeres bellas”, “Jerez el del agua que embruja”, etc.
Nacida bajo el cobijo de las minas de los zacatecos, la villa de Xerez de la Frontera desde sus albores siempre se distinguió por tener identidad propia, por ser una población muy diferente a todas.
Esq. Candelario Huízar y Juárez.
Pedro Carrillo Dávila, Martín Moreno, Cristobal Caldera y otros estancieros de origen hispano, siguiendo las instrucciones que desde la Audiencia de la Nueva Galicia les entregaron, buscaron un lugar apropiado para fundar una villa que sirviera como resguardo, protección y a la vez, abasto para las nacientes y florecientes minas de Zacatecas. ¡Qué mejor lugar que un valle largo y casi plano, surcado por las aguas de un río y dos arroyos, protegido por adustas serranías!
Los naturales de la región, primero con temor y luego con agrado, se fueron acercando a esa nueva villa, al ver que los conquistadores en esta ocasión no traían la espada y el arcabuz prestos a asesinarlos, a vejarlos, a humillarlos. No, las armas de estos primeros pobladores fueron el arado, el azadón, la pala y otras herramientas de labranza. La tierra virgen del valle, fértil por no haber sido tocada nunca, pronto rendiría exuberantes frutos que maravillarían a quienes los aprovecharon, los neomineros de Zacatecas.
Portal Humboldt.
En pocos años, la villa de Xerez se convertiría en la despensa de gran parte de la Nueva Galicia, pues en sus tierras “de pan llevar”, las aves, ovinos, porcinos, equinos y vacunos crecían y se reproducían que daba gusto. Haciendas, ranchos y estancias se fincaban en derredor de la pequeña villa que se conformaba por varios asentamientos: el barrio del oro, donde estaba la Parroquia de la Limpia Concepción, bordeada por calles que en su nombre encierran la esencia de esos años: cerrada de la Parroquia, callejón de los suspiros, calle real, de los nardos, de los pajaritos, callejón de Diana, callejón del recuerdo, de las campanas. El barrio de San Miguel o pueblecito que se ubicaba al poniente de la primera traza de la villa, donde vivían los naturales descendientes de indios zacatecos, así como tlaxcaltecas que fueron traídos hasta con engaños a poblar tierras muy lejanas de sus lugares de origen. En la capilla del hospital de ese barrio, se comenzaba a venerar la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, que poco a poco y por milagrosos méritos sería tomada luego como la patrona y protectora de los jerezanos.
Portal Inguanzo y esquina calle del Refugio.
La naturaleza jugaría su papel con maestría y al paso de los años, ya no existirían ni españoles ni indios. Solo jerezanos, siempre animosos de trabajar, de ofrecer siempre lo mejor de sí, hospitalarios, francos, aguerridos, y muy orgullosos de su solar natal.
El famoso "Carta Blanca"
Tan orgullosos hemos estado, que nuestros antecesores pensaron en que su residencia debía ser digna, sus casas espaciosas, de grandes patios, con sus arcados corredores, con el jarro en el zaguán siempre lleno de agua para el visitante cansado. Poco a poco nacieron hermosas construcciones que son características y muy propias de Jerez. Un bello edificio que albergaría las Casas Consistoriales, mismo que ha sufrido modificaciones y se reconstruyó totalmente, donde ahora están las oficinas de la Presidencia Municipal. Y haciéndole compañía, los portales Inguanzo y Humboldt que como vigilantes guardianes, protegen al Jardín “Rafael Páez”, un jardín ideado y sembrado por jerezanos deseosos de tener un pulmón vegetal que fuera grato a la vista y grato a la salud. Hay quien cuenta que a principios del siglo XX, la primera dama del país, la señora Carmen Romero Rubio recibió de parte de los hortelanos y autoridades jerezanas, un rosal con más de mil rosas de las llamadas “manto de oro”.
Plaza Principal y calle del Hospicio.
La arquitectura jerezana es singular, y ha sido motivo de estudio especial de especialistas, quienes desde lejanas tierras acuden para ver cómo fueron realizadas, en qué se inspiraron los jerezanos para hacerlas, qué espíritu les imbuyó para ello. El edificio “De la Torre” es un magnífico ejemplo de lo que digo, realizado por el arquitecto sin título, por el ingeniero autodidácta, por el cantero reconocido, por el artista casi iletrado Dámaso Muñetón, quien dejaría constancia de su saber no solo en Jerez, sino también en otras partes de la entidad y de otros estados, como en la capital zacatecana, donde por encargo de la piadosa jerezana Josefina Brilanti terminó la torre norte de la catedral, teniendo especial cuidado en que quedara igual en forma y tamaño a la otra torre fabricada muchos años atrás.
En arquitectura religiosa, destaca la recia construcción de la Parroquia de la Inmaculada, cuyos antecedentes se remontan hasta principios del siglo XVIII, así como el venerado y muy visitado Santuario de Nuestra Señora de la Soledad, que desde 1805 comenzaran a hacer los fervientes jerezanos para que la patrona de nuestro pueblo tuviera un lugar especial donde recibiera sus plegarias.
El jardín, la presidencia y el Santuario.
Los espacios culturales no fueron olvidados por quienes nos precedieron, y con más inteligencia que conocimiento, construyeron el Teatro que llevaría el nombre de su principal impulsor: el jefe político José María Hinojosa. Un lugar en el que se tuvo especial cuidado para que la acústica envolviera a los asistentes, un teatro de provincia con toda la magnitud de un teatro de ciudad grande.
Este es a grandes rasgos el panorama de Jerez, que hasta el momento, es el único municipio zacatecano que ha sido integrado al Programa “Pueblos Mágicos”. Y es que la magia que ofrece nuestro pueblo es diferente. El visitante pronto se siente inmerso en el paisaje arrobador, en sus tradiciones, en sus leyendas, en sus platillos criollos que son emblemáticos de su gastronomía.
La calle de Guanajuato.
TAPARLES LA BOCA. Esta invitación la hice con el único y exclusivo fin de taparles el hocico a aquellos entes de maléficas fauces y bífida lengua, que aseguran que soy el más corriente de los que escriben en periódicos, que no puedo hacer ni un solo texto sin intercalar el ya desconocido (por la Academia de la Lengua) verbo “chingar”. Pues para conocimiento de esos dignos representantes del Opus Dei, de la Vela Perpetua, de la Liga de la Moral, no solo escribo en prosa, también tengo poesía, pero poesía chingona, de esa que solita se rima, entendible, decible y leible.
EL CIPRÉS CONDENADO A MUERTE. El añejo ciprés que desde épocas remotas guardara la antigua calle conocida como “de las campanas”, “de las artes”, “de los fusteros” o “del Ciprés” está en franca y rápida agonía. Y esto debido a la decisión de un fraccionador, que mañosamente le quitó toda protección, con el fin de que el árbol no pueda soportar los embates de su edad, de los vientos y de las lluvias. Digo, mañosamente, porque le estorba para su fraccionamiento. El fraccionador tengo entendido que es un dentista que no es jerezano, émulo de aquel selenita barbón que alguna ocasión nos hiciera (según él) “juicio político”. En lo que a mí respecta me peló 3 kilos de tunas y 8 pesos de cuaresmeño.
Foto del facebook Jerez de García Salinas
Ese ciprés está lleno de historias, de leyendas, que nos hablan del Jerez decimonónico. Pero júrelo que a alguien se le ocurrirá regarlo con aceite, para irlo debilitando y en cualquier tormenta decir con sorpresa y tono admirativo ¡¡Ahh!! ¡¡Se cayó!!.. Por desgracia, no hay autoridad alguna que lo rescate. Los de Monumentos Coloniales nada dirán, pues para ellos no representa ganancia alguna (A estas gentes les interesan los que les dejen billullos, no árboles viejos). Los de ecología dirán que está bueno para la leña y que representa un peligro para el vecindario. Si acaso, los perros le llorarán y lo recordarán con cariño.
El ciprés ha sido por muchos años símbolo de las huertas jerezanas. Tuvo participación activa en las guerras revolucionarias, y ni una medalla mereció. Descanse en paz, este representante mudo de nuestro Jerez.
Por cierto... Soriana hizo lo que le dio la gana. Y no hubo autoridad alguna que les hiciera frente. Las opiniones o acciones de quienes aquí vivimos no le importan a las autoridades.