jueves, 2 de octubre de 2008

EL ABOGADO DEL DIABLO

En las historias de tesoros, hay que volverse “abogado del diablo” de vez en cuanto, porque antes de creer lo que nos cuenten, hay que pensar muy bien en la certeza que pueda tener el relato. Y es que en días pasados, me dijeron de la existencia de un “entierro que ahí debe estar, porque se trataba de un baúl que metieron y que nadie vio que volvieran a sacar. Un baul lleno de centenarios”.
Bueno, suponiendo que haya sido un baúl de viaje regular, este tiene la capacidad aproximada en monedas de oro de 4 cargas de mula. Una carga de mula es igual a dos “tanates” de cuero, y tiene un peso de poco más de 80 kilos, unos 2,135 centenarios, con lo que el baúl pesaría casi cuatrocientos kilos. Imagínense cuánto pesarían casi diez mil centenarios. Se necesitarían 8 hombres fornidos para poder moverlo. Siendo optimistas, a lo mejor el baúl lo metieron vacío o semivacio colocándolo en el lugar donde sería enterrado y ahí lo fueron llenando para posteriormente aterrarlo, no sin antes dejar los encantamientos o encargos para que nadie extraño lo sacara.
Aparte, en las consejas se habla siempre de “centenarios de oro”, pero hay que saber que esta moneda se acuñó a partir de 1921 y se dejó de hacer en los años cuarenta. Así que en historias del siglo XIX nada tienen que andar haciendo los centenarios. En todo ese tipo de historias, el investigador debe saber separar lo fantástico con lo real. Buscar en los archivos la historia del lugar en cuestión. Basarse no solo en tradiciones orales, sino en documentos, fotos, más testimonios, todo lo que se pueda conseguir. El por qué se hubiese ocultado alguna pequeña fortuna, cuando fue, cómo, y tratar de ponerse en los zapatos de quienes la ocultaron, todo ello para determinar la veracidad o falsedad de lo contado.
Aunque, el buscar tesoros, el indagar en el pasado, son aventuras emocionantes en las que a veces se siente que en cualquier momento se abre un encuentro con lo que fue el Jerez en el que vivieron nuestros antepasados.
Ya tiene mucho que no les ofrezco un relato de mi hermana Victoria Eujenia, ahí va uno, con sabor a La Estancia de los Berumen, a la Virgen del Refugio, y con el recuerdo de mi abuelo…

POLVOREROS
En la fiesta de la Virgen se quema mucha pólvora: es mucho el gusto por atronar el cielo y que retumbe por las sierras el eco de que estamos en fiesta.
Don Cresenciano se encargaba de la pólvora, y con una algarabía de chamaco prendía cohete tras cohete; le gustaba que se elevaran zigzagueantes y, con un triunfal estallido, se deshicieran en las alturas.
Un día le pasó lo que no le había pasado: le tronó un cohetón en las manos.
-¡Don Rodolfo! ¡venga rápido que ya se amoló Cresenciano, venga pa’ ver que podemos hacer por él!
Don Rodolfo Félix nada más era mi abuelo, no era el comisario, no era doctor, ni cacique, ni licenciado, pero todos los problemas, hasta los más íntimos le eran consultados a él; ejercía sobre el rancho una autoridad sin papeles ni nombramientos, como un padre con sus hijos, o un patriarca con su grey.
Tirando su cigarro de hoja y tabaco, salió de la carpintería para hacerse cargo de la situación.
-¡Dolores, pon a hervir agua con poquita manzanilla y tráeme todos los lienzos limpios que encuentres!
-¡María, arregla un itacate, que nos vamos a Zacatecas!...
-¡Rodolfillo, engánchale las mulas al guayín, le pones un tapextle de la paja del frijol, y luego encima un sarape y después una cobija y traigan otra pa’ca!
Los hijos de don Rodolfo se movían con la presteza de la exigencia y la gravedad del herido; éste que se retorcía del dolor ya había perdido dos dedos de la mano izquierda y su cara era una masa ensangrentada, no podía respirar, se ahogaba con la sangre que le manaba de la boca y nariz destrozadas.
Por costumbre, al arrimo del rescoldo en la cocina siempre había agua a punto de hervir para lo que se pudiera ofrecer, como pelar una gallina, hacer un buen caldo, u ofrecer un café a tantos visitantes imprevistos, por lo que no tardaron en restañarle las quemadas con la infusión de hierbas, le envolvieron la mano de forma que ya no saliera la sangre; primero un lienzo empapado con manzanilla, luego uno seco y otro, mas bien apretado. Ahí mismo le envolvieron sus dedos. Pero por más que le limpiaban la cara seguía sin poder respirar sin toser sangre.
Entonces mi abuelo, con su cuchillo de matancero, con mucho cuidado le hizo un agujerito en la base del cuello, ahí entre los huesos del tórax y poniéndole un como tubo a manera de embudo hecho con el papel de estraza en el que venían envueltas las veladoras, ordenó:
-¡Cobíjenlo muy bien para que no se le vayan a enfriar sus pulmones y súbanlo con cuidado al carretón, y vámonos sin hacer mas dilación!
Acomodaron al herido sobre la paja y los sarapes y amarrando otra cobija a manera de toldo, salieron del rancho ante la mirada y los comentarios de sus habitantes:
-Pobre Cresenciano, de por si está feo, ‘ora va a quedar peor.
-La virgencita lo ha de ayudar, porque le estaba alegrando su fiesta.
-Lo que resta de la novena, hay que rogar por él.
Dos días se tardó Don Cresenciano en recibir atención médica en el hospital Civil de Zacatecas, por lo largo y difícil de la travesía. Los dedos ya no se los pudieron colocar, el agujero del pecho solo presentaba una ligera infección y por fin pudieron quitarle aquel tubo de papel que silbaba y vibraba con cada respiración; la cara le quedó igual gracias a los lienzos con manzanilla que en el camino le iban cambiando constantemente.
Así que gracias a la Virgen, Cresenciano siguió feo, pero sin pasar a peor.
Y hasta su muerte y con dos dedos menos, el gusto por la pólvora no lo abandonó, y siguió tronando los “cuetes”, y ahora sus hijos heredaron la tradición.

GRACIAS

Varias personas respondieron a la petición que hice de fotos de las reinas del carnaval. Creo que más pronto de lo que pensaba lograré tener toda la historia gráfica de esas fiestas completa. Quien tenga fotos, testimonios, recuerdos, mucho le agradeceré los comparta conmigo, que yo lo haré más adelante con todos.
¡Ah! Yo también estoy en contra de esas gentes que hacen “pactos de caballeros” y los rompen de la manera más jotil posible, grabando a escondidas lo que no deben y utilizándolo para sus mefistofélicas intrigas. Arrieros semos….¿somos?

En la foto aparece mi amigo Juan Carlos Reveles, en la entrada de una galería subterránea, un día que andábamos haciendo un programa de T.V. sobre túneles y galerías escondidas.

LAS CUEVAS QUE SE MUEVEN

Una persona que domingo a domingo lee esta columna me relató que en sus años de infancia, un viernes santo que no tuvieron clases, él y algunos compañeros se fueron con rumbo del cerro de la cantera, con la intención de disfrutar el día, y por si se podía “a los conejos”. En sus andanzas, descubrieron la entrada a una cueva, al pie de ese cerro. Unos a otros se instaban a entrar, pero solo se animaban a llegar al principio de la oquedad, y aunque entre ellos se infundían valor, nadie exploró la cueva. De todas formas, dejaron el lugar perfectamente ubicado, con señas para volver al siguiente día equipados siquiera con una linterna, ya que a lo más que llegaban entonces eran a resorteras.
Ya armados de valor, anduvieron todo el siguiente día buscando la entrada de la cueva, y aunque encontraron todas las señales, no la encontraron, ni en visitas posteriores que hicieran.
En mis múltiples andanzas por las serranías de la región, a mí en lo personal me ha tocado localizar cuevas, que después “se me pierden”. Lo atribuyo quizá a que desconozco a la perfección el terreno donde ando, y aunque jure y perjure que por ahí estaba la entrada, a lo mejor andaba por otra parte. Aunque, cuentan las leyendas, que precisamente el viernes santo, muchos lugares donde hay “algo” guardado aparecen a la vista, pero solo ese día.

LIMPIAR LOS REMANENTES DE ENERGIA

Platicando de ello, comenté con mi hermano Anacleto sobre un lugar donde habíamos echado “las varillas y el péndulo” y nos daba diferentes “marcas” como si lo enterrado se moviera de lugar, al respecto me dijo que antes de entrar con el péndulo, hay que limpiar los remanentes de energía, ya que entre búsqueda y búsqueda, quedan líneas y rastros de cada una, mientras no se eliminen, todas las marcas van a ser inexactas, el terreno está "sucio", como comúnmente lo llamamos, entre tantas personas que han ido allí, todas han dejado algo de su propia energía, y esto hace que se vuelva uno loco siguiendo marcas que uno diría que son exactas, por eso escarban y escarban y no sale nada. Y es que en un lugar donde hubo un tesoro y lo sacaron, la energía queda plasmada, y los medios radiestésicos seguirán marcándolo como efectivo, mientras no se lleve a cabo una labor de limpieza de energía remanente. Además el péndulo se debe lavar con agua corriente antes de cada uso, para que esté también libre de energía remanente, asimismo, uno se debe bañar por la noche, bajo la regadera en posición de firmes para eliminar también este tipo de energía, todo este tipo de preparaciones puede conducir al éxito en la búsqueda.
¿Y cómo se elimina esa energía que queda ahí en el terreno o casa,?. A lo que mi hermano me dio el siguiente consejo:
Pues es fácil: estableciendo líneas de barrido perfectamente delimitadas. Primero se establecen los límites del lugar y se barre perfectamente el terreno estableciendo la condición en el péndulo de que se estará limpiando hasta cierta profundidad, y hay que tener en cuenta la capa superior inmediata al suelo, es decir ya en el aire que es donde más actuan todo este tipo de energías establecer las condiciones de limpieza, fuera de todo tipo de afirmaciones, hay que establecer la de eliminar todo lo que no sea propio de lo que se busca; además hay que actuar sobre los espíritus que pudieran estar ahí, primero conociéndolos perfectamente por medio del péndulo, y estableciendo la relacion que exista entre ellos y lo que se busca. Los que no la tengan, eliminarlos , no atacarlos, sino ubicándolos en el camino de la luz a donde deben corresponder, nada tienen que estar haciendo allí. Hay que hacerles comprender eso, los espíritus por muy malignos que sean, razonan; nunca hay que agredirlos, sólo hay qué hacerlos razonar, y pueden servir a las mil maravillas para lo que se quiere, luego hay que recordar que hay que ser objetivos y claros, cada prospección se debe planear adecuadamente, y no se puede aprovechar para otra cosa, sólamente para lo que se va a hacer en ese momento, hasta llegar al final, luego podrá iniciarse otra, después de limpiar el péndulo y la mente para no ensuciar lo ya hecho. Puede perfectamente trabajar sobre un plano de la casa, con todo el tiempo del mundo, con mucho cuidado y la mente clara, las preguntas deben ser claras y objetivas, en ese momento, no hay que dejarse llevar por cuentos, leyendas o consejas que puedan influenciar la mente del operador.

NECESITO FOTOS DEL CARNAVAL

En mis labores de recopilación, me he dado a la tarea de rehacer toda la historia del Carnaval jerezano, y buscando en mis archivos, me he encontrado con la sorpresa nada grata, que muchas fotos se me han perdido (en las prestadas y en las inundaciones). Quiero volver a recopilar las fotografías de todas las reinas y princesas del Carnaval, para que si en un futuro alguien se interesa, se haga una fototeca así como la de las reinas de la feria, que ya casi está terminada y que se pueden apreciar en las oficinas de turismo.
Si alguien posee alguna foto de alguna reina de las fiestas carnestolendas, mucho le agradeceré me la preste un rato, o me la haga llegar a mi domicilio (Reforma 51, centro) o a mi e-mail (miguel.berumen@gmail.com). Por lo pronto, visitaré a la maestra Lupe Márquez (a quien, com o siempre, le envío un afectuoso saludo) para ver si en el archivo preparatoriano hay algo de material que me pueda facilitar para copiarlo y así, recuperar una historia que se va perdiendo. Aunque ya alguien me dijo que “el oficio de historiar es de los más inútiles y estúpidos que hay, porque a nadie le interesa saber lo que ya pasó, todos nos interesamos por el presente y el futuro, lo de atrás, muerto está y a los muertos no hay que revivirlos”. (Palabras “sabias” de un político jerezano que pronto les diré su nombre, pa’ ver si le da vergüenza su pendejez). La chica de la foto es LUPITA MARTINEZ, que fue Reina del Carnaval en 1977.
SOY DE LOS DE ABAJO

Me preguntan que por qué yo no estuve con los invitados “de honor” celebrando la ceremonia del grito allá arriba (bueno, no tan arriba, solo en los salones de la presidencia) pa’ que hubiera hecho una crónica buena de lo ocurrido por ahí. Es que como soy de la “peluza” a mi no me invitaron por primera vez en muchos años. Pero algún día los de abajo estarán arriba y los de arriba, abajito… así va rodando el mundo… Ocurre lo mismo con las invitaciones a eventos culturales, siempre se mandan a los regidores y funcionarios en turno y nunca a los que dan muestra de tratar de ser cultos. Los regidores pocas veces van, porque sus intereses son otros, y los funcionarios menos, porque sus obligaciones son otras, así que siempre resultan deslucidos tales eventos…